jueves, 6 de mayo de 2010

El hombre que yo quiero es el complicado, el de infinitos laberintos.
El hombre que yo quiero es el de los besos más dulces, el de las caricias encantadas, mágicas, sanadoras.
Al hombre que yo amo, lo amo en la calle, lo amo de viaje, lo amo a contraluz en una foto, lo amo en un fiesta, lo amo tendido con dolor en una cama.
El hombre que quiero es libre, ama y busca lo que quiere. Entiende a la mujer como entiende a los hombres, la vida, con una sabiduría adquirida y transferible. Él es una mano extendida, es luchador de todos y sí mismo. Sabe que primero debemos lidiar con nosotros mismos.
El hombre que quiero me deslumbró y encegueció con sus ojos desde el primer momento en que le hablé. Me hechizó con su mirada como nunca antes me había pasado. Sus caricias me hicieron perder el sentido, cambiaron mis formas para siempre.
El dolor del hombre que quiero me parte a la mitad. Llevo su pesar carcomiéndome los huesos y el corazón, mientras camino, mientras simulo con la gente, mientras soy fuerte para poder vivir.
Su alma se adhirió a la mía y la hace sentir su mismo sufrir. Pero tengo la otra mitad, que resiste por los dos, que espera para disfrutar lo que nos quede.
El hombre que amo me da miedo, me hace pensar que no hay vuelta que darle: estamos unidos. Y ese lazo me asusta demasiado: por primera vez llego a dudar de que alguien me ame como él. Eso a la vez es hermoso y aterrador. Hermoso porque lo siento junto a mí palpitando en paralelo. Aterradora es la idea de tener que buscarlo en otros hombres el día que no lo tenga. Sólo espero no desearlo más el día que eso ocurra; que eso me salve de ahogarme en este maravilloso mar que él inventó para mí.

(2008)

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