miércoles, 4 de agosto de 2010

Hoy me crucé con alguien que creo era tu imagen y semejanza. Qué extraña sensación me dio... Porque en realidad esos 15 minutos de subte los usé para descifrar si esa era o no tu cara después de tantos años. Y me di cuenta, quizás una vez más de qué rápido pasa el tiempo últimamente para mí. Ya me calzan perfecto ciertas canciones de Sabina o Ismael. Será que estoy grande, o que llegué al amor muy temprano, no lo sé. Pero pensé que podría haber pasado tanto que no te reconocería.

Entonces me detuve en los detalles, para tener datos fehacientes. Miré sus manos, y se me hicieron muy similares a las que te conocí. Miré su barba apenas crecida y le busqué los labios, que ciertamente me hicieron dudar. Recordé que tenías un lunar cercano a la boca. Que aquí no se veía. Luego rastreé su cuello, porque el tuyo es inconfundible -recordé-, espigado y blanco, con esa piel casi transparente. Pero éste no parecía así, debajo de tanto abrigo. Ropa que no coincidía con los restos de prendas que solías vestir, desafiando toda moda y sociedad de consumo. "¿Tanto puede haber cambiado?"- pensé. Y aunque el falso vos estaba hablando me sorprendí y me sentí vacía y horrible al notar que no sólo esa voz no me sonaba, sino que no recuerdo casi la tuya, la real. La que me acompañó tanto tiempo e hice mía, cotidiana, mi vida. Mucha impresión me causó no recordar tu voz, y creo que si me detengo a pensar hay muchas otras voces que han sido importantes que me cuesta traer a la mente. ¿Será así la adultez? ¿Al cabo de diez años más recordaré el hoy, o lo que pasó ayer? ¿Por qué ciertas personas que creímos nuestra otra mitad, nuestra vida, un día simplemente no las recordamos casi? ¿Yo seré esa imagen borrosa para muchos? Me entristeció un poco que tenga que ser así. Me dio ganas de escribirlo, nada más...

No hay comentarios:

Publicar un comentario