martes, 29 de junio de 2010

las piernas me arrastran como con una voluntad disociada del resto de mi cuerpo. debo llegar a escribir. me sembraron como un volcán adentro y no sé por dónde se desagota, realmente no lo sé hasta que pienso en este hábito salvador.
salí del cine, la película me dejó una de las sensaciones más extrañas que he tenido después de un film. y eso que veo muchos, y que fácilmente me siento tocada por las temáticas y desarrollos argumentales. no sé cómo explicarlo, bajé la vista hacia mis propias piernas y pies, y sentí que no eran mías del todo, que no eran de este momento del todo. vi mi cuerpo más allá del tiempo, como si yo pudiera ser un personaje de una película como la que acababa de ver pero en muchos años. y sentí una gran claridad de repente, y a la vez un peso.
extraño, me sentí sola, y fuerte. todo junto. mientras avanzaba a través del frío de junio en bs as, oí que aún seguía la marcha. la gente no se había ido de la plaza que tan cerca queda de esta sala. antes de entrar eché un vistazo, para esperar la hora, pero al salir todo se hizo más sublime que antes.
y no es que la película tocara una temática extraordinaria, ya todos sabemos que nos pasó en los 70, ya todos vimos escenas de tortura, ya todos pasamos por muchos finales tristes y de derrota. pienso en por qué sentí tantas ganas de llorar después de haber salido y no mientras la miraba. por qué la gente que vi, toda aglutinada pidiendo por los derechos de los homosexuales, me pegó de esta manera y no otra. hasta el himno sonó justo como un colmo argumentativo, y los que se tomaron mi colectivo observaban con algo de curiosidad el panorama alejado de la plaza.
no podía mirar sin tener ganas de llorar a mares y sin embargo ni una lágrima me cayó. la gente estaba contenta, reivindicando derechos, algunos reían, otros charlaban, un hombre pobre de muletas tirado en el piso entre la multitud. como dormido. muchas caras jóvenes, alegres, tan distintas y tan similares a las de esa época. ver tantos jóvenes me dolía un poco, creo que eso me apretaba un poco más el corazón. y creo que aunque el tema es casi un cliché, por más que vea o lea algo al respecto una y otra vez, no puedo evitar sentir algo. a veces demasiado.
y caminando hacia acá me di cuenta de que es que realmente las heridas no cierran. no cierran nunca. las que son como esas. pasan 30 años y nada. como si nos hubiesen pegado ayer. también de hecho nos pegaron ayer. con otras armas, con otros verdugos, con menos virulencia quizás (quizás ya no hace tanta falta). pero no cicatrizan, y se me hace difícil plantearlo desde mi lugar ya que ni siquiera lo viví. pero si esto causa en alguien como yo, como será el dolor de los que sobrevivieron. de los que no tienen más a sus seres queridos, de los que no pueden dormir sin cada tanto tener alguna pesadilla con su torturador. de los que saben que hicieron todo lo posible y a la vez se preguntan ¿habrá sido todo lo posible? de los que no pueden perdonar a los demás por no haberse jugado, y tampoco pueden perdonarse a sí mismos por vivir en un mundo tan alejado de sus sueños de aquel entonces.
creo que esa fue la sensación que me atravesó, un dolor incurable e inútil, pensé. esporádico, pero crónico. y qué hacer con eso, qué hacer en esta ciudad. qué piensa la gente en esta ciudad? el matrimonio gay es lo que estamos pidiendo. pedirle al Estado una cosa como esa, después de recordar tan compleja y horrorosa historia de sopetón y comprimida en 2 horas, me hizo por lo menos ruido.
claro que estoy a favor de que cada uno haga lo que quiera, así que en principio me parece una libertad meritoria de defender. no me interesa lo que el Estado diga sobre mi vida privada, pero si esto ayuda a que las personas que tienen una elección sexual hacia otro sexo que no es el opuesto, puedan evitar ser más pisoteadas, claro que apoyo el reclamo.
sin embargo no pude dejar de shockearme con todo eso, alegre de que la gente esté en la calle y nadie le apunte con una itaka (al menos en esa esquina porteña, y a esa gente); y a la vez demasiado sensibilizada como para alegrarme. porque la multitud transmitía cierta satisfacción, por sentir tan avanzada esta lucha. pero a la vez recordar todos los otros derechos que siguen siendo avasallados, sin botas pero con firmeza y sin pausa. las mismas banderas, veía en los balcones, las mismas de aquél mundial, y las de éste. "todo sigue en esa inconciencia celeste y blanca", pensé. pero quizás no, quizás antes era mucho peor. quizás ahora la euforia es diferente.
ya tenemos más acceso a la información, con suerte, si tenemos los medios para eso. pero quizás la generalización de la circulación informática nos juega a favor. supongo. y en este juego qué hacer, cómo pararse? como caminar con este peso? no pude resolverlo, sólo me surgió escribir, transmitir lo que vi, porque llorar no podía. e intentar mantener realmente ese personaje en la película actual, ser un personaje válido de algún guión, por mínimo que sea. eso me aterró un poco. pero espero que seamos muchos. y muchas, claro. el rol es la tarea quizás, las preguntas son el comienzo tal vez. las respuestas son colectivas, de seguro.

1 comentario:

  1. que abajo de esta entrada esté esa imagen fue casualidad... juro. todo se dio al mismo tiempo

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