miércoles, 9 de enero de 2013

Construcción anclada en el nebuloso y poderoso terreno de la fantasía, con alguien que vamos a llamar, para el caso, "ventana". Su ventana es única, nunca conoció una de tales características. Tiene un efecto en ella muy extraño, adora su ventana y la odia de manera errática: un día esto, otro día aquello. Sabe que el deseo que provoca es grande, porque en cuanto la ve se le ilumina la cara, quiere pegarse a ella, llamar su atención, que la mire, interpele, pelee; pretende provocarla, llegar a su interior. La lleva a su costado más aniñado y más femenino. Pero también sabe que todo es poco sólido, que este deseo es una imagen proyectada en un telón natural. Diría que tiene la certeza de que si un día realmente abre la ventana, no sabrá qué hacer con ella, el paisaje del otro lado ya no la va a cautivar, no habrá más intrigas ni juegos. Y que si esta ventana estuviese en otra pared, gran parte de esta construcción sería vacua arena. No habría expectativa, ni miradas busconas, ni frases cargadas de tensión, ni abrazos fallidos. Habría quizás palabras tiernas, serias, quizás crudas, en un marco convencional, esperable, sin segundas intenciones, llanas.

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