martes, 27 de diciembre de 2011

Se acobardó, temblaba, sudaba y palpitaba; porque pensó que podía morir en ese mismo instante, quién sabe, por qué no, como tantos otros. Morir, notando que no le había dado un sentido a su vida. Morir, sintiendo de pronto que sus días transcurrían autómatamente, que muchos hitos de su biografía no eran genuinos, que muchas actitudes no eran propias. Morir, adivinando que muchos de sus sueños dormían bajo quién sabe cuántas capas de tierra. Se acobardó. Tembló. Palpitó hasta el extremo. 
Y hoy no sabe si puede morir en este mismo instante, intenta ignorarlo. Hoy se despide de la cobardía, o más bien se amiga, la aloja como propia en un rincón, y trata de convivir con ella, aceptándola como una más de su inquilinato. Hoy no sabe si le dio sentido a su vida. No sabe si existe tal cosa, porque "hoy" tiene otro color, el hoy es una molécula de un transcurrir, no la llegada de una carrera. Sólo sabe que tuvo sentido acobardarse, y si hay algo lejos de lo autómata es el miedo, los sueños, la acción, la pluma, el teclado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario