Ya es raro cuando no duermo con vos. No te la esperabas, ¿no? No queríamos, pero bueno, pasó. El juego ya ni sé quién lo ganó o quizás (y puede certeramente que así sea) seguimos jugando. Vos sos desafío constante, astucia, mirada siempre más allá. Siempre el estratega, el contemplador de lo alternativo, un paso adelante. Y yo te miro igual. Igual que cuando apenas te conocía. Con eso de admiración y cuidado. Te quiero y te busco por el misterio de tu energía, porque sos un abridor de puertas, un pensamiento ágil. Y me siento tan aburrida a veces, tan boba, tan sin sabor. Temo que me veas así y mi cabeza empieza a trastabillar. Sé que no es así pero mi confianza es como un juego de plaza: sube, baja, se rompe, se vuelve a componer.
Se me acaba la hoja y no sé qué iba a decir... Que te necesito, que odio cuando empiezo a ser ese desastre que aleja a los hombres. "Como una profecía autocumplida", como me dijo otro que me abrió tanto los ojos. Que quiero estar con vos y quiero que me elijas, que me aflige mucho cuando siento que no es así. Me aflige y me atrapa; la incertidumbre con la que nos torturamos es la que también me mantiene al pie del cañón. Me hace feliz y me llena de malditas sombras que a veces no se disipan.
Quería escribir sobre otras manos, otro cuerpo; y me salió esto. Supongo que todo tiene que ver con todo.
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