martes, 23 de septiembre de 2014

Yo no sé si esto es la madurez, si esto son los 30. Sólo noto que me volví una persona que piensa en sí misma mucho. Bah, "me volví", o estoy en una fase así, quizás después ya no sea así, veremos. Pero como decía, me voy haciendo más egoísta, más sincera, pienso menos, casi no me ato a ningún pensamiento, ninguna sensación, ningún razonamiento. No tengo línea de acción, asumo que todo es subjetivo, variable y todo pasa.
Increíblemente, ser menos idealista, más realista, más sincera (más cruel a veces), también hizo que la gente a mi alrededor me valorara más (o eso siento). Esto lo aprecio muchísimo y me da satisfacción. Pero cómo no sentir la imbatible incertidumbre de si alguna vez volveré a aferrarme a algo (que no sean mis ganas del momento) ¿Está bien no ser ya teleológica? ¿Vivir el momento, carpe diem? ¿No apareja un vacío? ¿Cuánto dura esta satisfacción con el hoy y aquí? De cualquier manera, la única respuesta que puedo llegar a esbozar a todo esto es que en tal caso esto es natural, es muy orgánico (porque me voy escuchando), y no debería ser contrario a mi naturaleza, así que si lo que viene es un nuevo aferramiento, voy a saber recibirlo y reconocerlo en mí. Espero. Esto parece indicar un deseo, una ansiedad de aferrarme. Pero sé que no puedo forzar algo así. Ese es mi camino ahora.: aprender a no forzar. A "transitar", como alguien me dijo lleno de luz en mi fatal oscuridad hace 3 años.
En fin, creo que escribir me ayuda a transitarlo, es un placebo de la ansiedad de aferrarme, me reconozco atada al lápiz y papel, y me seda, me acompaña, como siempre. Hoy sé que la compañía ajena es una ilusión, que por sólo un rato nos llena, pero que jamás hay soledad cuando te conectás a tu deseo y le quitás barreras a su realización. Estar acompañada en soledad es mi otro gran desafío. Estar intentándolo me hace quererme un poco más.

agosto 14

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